Opinión: - BOGOTA 2024: UN EXPERIMENTO CONTROLADO

Edición Número 001 *** Beta - Piloto – Demo-Test***
Lunes Festivo Agosto 19 de 2024 (por Agosto 15) Día de la Asunción de la Virgen, Conmemorándola por llegar al cielo en alma y cuerpo.

Bogotá 2024: Un experimento controlado

por Benito C.


Hace un cuarto de siglo emigré, sin querer de a mucho, de El País de Mierda de Cesar Augusto. Aunque en principio iba a sacar un posgrado, me terminé demorando un jurgo y saqué tres. Me casé, tuve un hijo y me divorcié. Acabo de volver a mi Bogotá querida, donde nací y crecí, y donde me gustaría quedarme porque está del putas.

Donde uno se encuentre, más que todo por la velocidad en que ocurren las cosas, o más bien por su lentitud, uno nunca se va a dar cuenta de los cambios que ocurren a su alrededor. Uno por naturaleza no aprecia el progreso. Como somos tan buenos para criticar, si algo fuere a notarse, sería seguro algo malo, pues uno tiende a enfocarse casi exclusivamente en lo negativo. Sin embargo, sabemos en el fondo que todo viene de un buen lugar, con buenas intenciones de siempre buscar mejorar, por supuesto. Es la idea.

Al contrario de lo que le ocurrió a la rana en la parábola de La Rana Hervida: que nadó tranquila en el agua a medida que esta se calentaba lentamente, y no notó el cambio hasta que se murió; a mí los cambios en Bogotá sí me impactaron. Me enorgullecen. Por la lentitud, la rana no siente el cambio de temperatura, y cree que todo sigue igual hasta morir. En mi caso, como estuve por fuera tanto tiempo, sí puedo ver muchísimos cambios en Bogotá, que tal vez otros no aprecian tanto, como si fuera yo un experimento controlado. Como si la rana en lugar de hervirse esperara afuera hasta el punto de ebullición, y ahi mismo se sumergiera en el agua hirviendo, inmediatamente percatandose de dicho cambio abrupto y saltara fuera del agua. 

Los experimentos controlados son usados a menudo por todo tipo de organizaciones para tomar decisiones y/o comparar avances. Procuran por ejemplo, saber si uno de sus nuevos productos o nuevas políticas funciona, y en qué grado, comparando controladamente grupos representativos de poblaciones frente a frente. Es decir evaluándolas con o sin dichos productos, con y sin la implementación de dichas políticas. Por ejemplo, para evaluar los efectos de un farmacéutico en cierta población, se compararían los resultados de su uso y no uso. En este sentido, primero lo administran en una muestra, y lo comparan frente al uso en otra muestra similar, pero de una pastilla de mentirillas, llamada el placebo.

Llegué de vuelta a la tierrita el verano pasado, a estar 2600 metros más cerca de las estrellas. No había venido mucho en estos 25 años, tan solo un par de veces como típico colombiano al médico, a donde la familia y amigos; y al dentista por supuesto. Mejor dicho a tomar aguardiente y a comer empanadas. Como andaba en otro cuento, nunca me detuve a observar detenidamente los cambios por los que estaba atravesando la capital, ni el progreso alcanzado. Cuando me fui, no existían muchas cosas de las que existen hoy. Muchas. Como todo, se demoraron pero llegaron. Hoy, ya después de varios meses de re-acostumbramiento, porque al final lo que somos es unos acostumbrados, puedo decir que no solo se ven grandes avances gracias a las políticas coherentes gubernamentales, sino también al auge y empuje del sector privado. Noto asimismo avances en cultura, en la cultura ciudadana y avances en materia de movilidad.

Las ciclorutas me parecen lo máximo. Y aunque aquí tenemos la ciclovía desde los años 70, estos carriles exclusivos permanentes han terminado de consolidar a Bogotá a la vanguardia en esta materia. Ese es el futuro, y el futuro es ahora. Bogotá es un ejemplo, un referente a nivel mundial; y con razón, pues con ello se promueve la salud, el deporte y la sostenibilidad medioambiental. Recuerdo gratamente me iba a veces en bici desde La Candelaria, por la ciclovía, con mi hijo hasta Usaquén. Tremendo paseo. Y antes como estudiante, me acuerdo que ir en bici a la universidad hasta el centro desde unicentro, eso si chupando exhosto por la séptima; curiosamente resultaba más rápido que en carro por la circunvalar. Hoy veo a la gente haciendo lo mismo, trasladándose al trabajo o a la universidad sin emitir ni chupar tanto humo, sin tanto riesgo de accidentes, por los carriles designados, y avanzando a lado de un sistema organizado de transporte. Simplemente genial.

Cuando me fui esto era un circo. Vivíamos en medio de la guerra del centavo, una guerra tan larga como la época de la violencia. Un mano de buses, busetas, ejecutivos, colectivos, municipales, flotas y demás, cambiándose aleatoriamente de carril y parando en cualquier parte, peleándose por unos pasajeros que ni les cabían. No existían los paraderos ni los limites de cupo. En cambio, el sistema Transmilenio y sus alimentadores SITP me parecen maravillosos. Lo he usado de pe a pa, y me parece formidable. Hasta el teléfono a uno le dice a qué horas pasan las rutas, y cuánto se demoran hasta el destino. Antes era preguntando o a punta de ensayo y error. Ahora uno paga con la tarjeta del mismo sistema, y hasta con la del banco; es algo que pensé nunca iba a ocurrir acá.

Quién recuerda al señor usualmente obeso de la buseta, con la palanca de cambios bien pero bien atrás e incómoda, casi en la primera fila de pasajeros, con altas y bajas, cobrando y dando las vueltas a cada persona, dándose garra con el parque automotor, compitiendo con los otros buses de la guerra del centavo, poniendo música, y hablando con su esporadico acompañante; era una busetica donde las sillas eran de cuerina y pequeñitas, que uno ni cabía. Solo aquellos mensajeros bajitos y los toderos estaban cómodos. A veces uno tenía que ir colgado de la puerta, al igual que en los ejecutivos, el municipal o el colectivo. 

Hoy en día los buses son automáticos, y el sistema cobra solo. Hay accesibilidad para las personas con discapacidad, asientos prioritarios y sistemas de información.  Lo único que me molesta un poco es que no ponen la radio. Ya no hay música, solo a veces una voz con acento que informa las paradas por un parlante. Y aunque a no existe la balada de buseta, en su reemplazo hoy día se suben intérpretes de varios géneros que tocan en vivo y cantan desde música llanera hasta hip hop. Aguanta. Vale. En general la mejora fue de cero a diez.  

Hoy ya no existe el bendito Contraflujo, el cual odié porque me accidenté ahí una vez casi atropellando a una transeúnte despistada, que para evitar semejante desastre me comí el andén con poste. Pero tampoco me gusta el Pico y Placa. Tan caros que son los carros, se compran es para usarlos. Se pagan impuestos y se paga el seguro. No tiene sentido comprarlos para guardarlos. Hay algo que debe ceder, y no debe ser el derecho al uso. Los trancones siguen y el parque automotor aumenta sin una adecuada chatarrización. No creo que el metro le haga ni cosquillas a la movilización. De aquí a que acaben una obra que tenga algo de impacto en movilidad, hablaremos todos chino, mi chino. Ambos el  Sitp y el mismo Transmi seguirán repletos a las horas pico, al igual que las vías arterias llenas de carros y motos, y al igual que el mismo metro: a tope. Es la ley de la jungla y eso ocurre en todas las ciudades grandes: todo se congestiona. 

Y al lado del auge de bicis, es realmente increíble el tremendo auge de las motos. Son muchísimas hoy en día. Creo que si el pico y placa sigue, las motos deberían tenerlo también, pues son demasiadas. Así como las bicis con motor deben tener su placa, pues son motorizadas ellas, causan polución ambiental y auditiva.   

El comercio ha tenido un crecimiento impresionante también. Ahora uno encuentra cualquier cantidad de tiendas, mercaditos y restaurantes de todo tipo; de combate y elegantes, de todos lados del mundo y en todas partes. Asimismo, ha habido un auge de centros comerciales, además de la construcción de edificios de apartamentos en lotes de casas viejas ya demolidas. Creciendo literalmente. 

Veo que ahora la gente respeta y usa las cebras y los puentes peatonales, que acata las señales de tránsito y disfruta de más parques que antes. Hay más museos, y más planes para las familias. Qué tal el Museo Botero?  O el extraordinario Centro de Memoria, Paz y Reconciliación? ubicado en el antiguo cementerio central, o el increíble y bien reacondicionado Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella? integrado ya a nuestro gran Teatro Colón. Simplemente Hermosos.

Algo que me molestó es que quitaran a Simón Bolívar de Los Héroes. Qué irrespeto a la historia y a la cultura. Al artista y al libertador. A la memoria. Creo que aún más grave que bandalizarlo fue quitarlo. Un símbolo, un monumento tan importante que nunca debió esconderse. Se llevaron solo el caballo al parque de la Independencia. Qué falta de todo. Ya los niños que pasen por ahí no serán recordados de que fuimos liberados de los españoletesNada justifica esta acción. Nada. La excusa de que el metro tenía que pasar por ahí es más chimba que quién sabe qué

Tampoco quedé muy contento con ver tanta basura en la calle. Es horrible ver por las noches bolsas en la calle acumuladas, abiertas, escarbadas y esparcidas por la millonaria población de ratas que nos abruma hoy en día, por los recicladores independientes que no saben bien conservar el orden, por los habitantes de calle y por los perros callejeros. Se vé el esfuerzo que se ha hecho en esta materia, pero no se ha podido llegar a una situación ideal en la que la basura no sea un motivo de desasosiego, ni de malestar. Hay canecas por todas partes y eso es buenísimo. La gente ya no bota la basura a la calle tanto como antes. Pero la recolección y manejo no está del todo bien. En un momento ví que pusieron unos canecones negros pero tampoco funcionan muy bien. Los queman y los abren.

Por otra parte, estadísticamente los delitos han bajado sustancialmente; los homicidios, por ejemplo, están en la tasa más baja en 80 años! reduciéndose a la mitad desde que me fuí prácticamente. Maravilloso. Relativamente, la seguridad y el orden ha mejorado aunque no parezca. No obstante, es de resaltar la proliferación de asentamientos ilegales en el distrito, que crecen más rápido que la misma legalización de los mismos. Preocupante, por decir lo menos.

Y fue aquella campaña de austeridad, decencia, responsabilidad, y transparencia; aquella de la cultura ciudadana que enardeció nuestras almas capitalinas. Ese fue el comienzo de todo este movimiento: Mockus. Y en un baile de ya más de 20 años, a pesar de algunos tropiezos torpes y vergonzosos, la ciudad ha avanzado mucho para bien. Poco a poco se garantizó cierta continuidad en los proyectos capitalinos, minimizando los costos que trae consigo la economía política, maximizando así el beneficio de los ciudadanos.

Cuando me fui, acababan de asesinar a Garzón, y aunque los computadores del año 2000 no se dañaron, esto parecía ya no tener remedio. El típico platanal de siempre a la merced de las grandes fuerzas e intereses que a veces chocaban duro entre sí.  A pesar del progreso, eso no parece haber cambiado de a mucho desafortunadamente, y un indicador bien diciente es la cantidad de camionetas blindadas y de escoltas que hoy en día todavía existen. Aumentó como las motos: exponencialmente.

Todavía no hemos llegado al punto de una perfecta planeación articulada, donde se tenga en cuenta el crecimiento de la población, servicios, vías, escuelas, comercio, transporte, etc. Oferta y Demanda. Parece que hasta cierto punto creciéramos desordenadamente, un poco anárquicos, por no decir orgánicos; o por no decir ancestrales. Un poco reactivos y no tan proactivos. No anticipamos sino reaccionamos y nos acomodamos. Pero ahí vamos. Al pasito y por la sombra. Y solo queda estar conscientes de que todavía hay mucha tela por cortar. 

Te quiero mucho, Bogotá.




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